miércoles, 8 de febrero de 2012

Las Mil y Una Noches

No se porque creí que sería diferente, un equivalente de mi fantasía adolescente en la que viajaba durante un año a un bunker remoto en la Antártida a hacer plomería; un anhelo que se me antoja común en la juventud contemporánea. Solo que en mi fantasía exacerbaba mi alcoholismo como un beatniks, revolcándome en sucios bares con sucias rusas llenas de ladillas. En mi fantasía pasaba horas perfeccionando la suite popular brasileira de Villa-lobos en la guitarra, sentado en un miserable cuarto y sin luz; solo salía para cachar la matinée de cine alemán mudo de los 20s y luego me perdía por días en igual de arcanos libros maravillosos que no existen o que nunca voy a entender. Desde luego al final del cuento me encontraba conmigo mismo y salía siendo un Siddharta cualquiera, encontrándole sentido a este pedo de mundo o de menos dejando un legado que inspirara a generaciones futuristas.

Después de un mes en mi prisión de arena, o como le digo de cariño: el mundo de cabeza, Arabia Saudita; cada vez más se transmuta en la versión maldita de mi fantasía, pero sin una gota de alcohol, sin una gota de cine o de guitarra, solo mi certera dosis de nada que tanto anhelaba. Hoy pasé la tarde escuchando un loop de música de Mahler en youtube, viendo un maratón de Tom y Jerry de los ’50 en mudo. ¿Será esto una señal, estaré cruzando al otro lado?

Me levanto temprano todos los días para ir a tratar de convencer de idioteces a idiotas, a veces con tantas ganas que empiezo a creer que eso es la realidad, pero luego paso las noches nostálgico escuchando a los Caifanes, tratando de recordar detalles de cuando tenía 15 años y me pregunto si alguna vez ha habido un yo más real que ese, tan absurdo, tan incompleto, sin miedo a la muerte, sin miedo al infinito.

¿Qué pasará al final de esta sima en donde se amontona el aburrimiento, el síndrome de abstinencia, el aislamiento cultural y los idiotas? En el hotel hay larguísimos pasillos tapizados de alfombras con patrones rómbicos y semejanzas rococo, ¿qué tanto me falta para recorrerlos con un hacha gritando “here comes jonny”? Afortunadamente traigo conmigo las obras completas de Dostoievsky y se restablece mi salud mental., aunque aún lucho con el deseo ridículo incontrolable de salir a comprar una guitarra aunque sea para los cinco días que me quedan aquí


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