martes, 5 de junio de 2012

Sentido - 1

Entonces tenemos a esta porción de materia exótica, auto-replicante y conciente. Confinada a un espacio que ocupa moviéndose como en instantes fotográficos entre el espacio y el tiempo. Recluida en una brutal frontera que lo separa, primero de lo que no es conciente y luego de lo que no existe. Así se mueve por el universo hasta que inevitablemente esas fronteras se colapsan o desaparecen y deja de existir lo que fue conciente, por lo que se vuelve inconciente también. 


En medio de todo esto, esa materia se manifiesta y emite unas señales que transgreden esas fronteras brutales. Esas señales huyen, escapan como poseídas, frenéticas hacia un inmenso infinito. Viajan a través de lo extraño y lo inconciente, para luego, tal vez con algo de suerte, transgredir otras fronteras parecidas. Así es como dos cápsulas concientes y existentes se unen de algún modo por algún momento, a través de un infinito. 
Se postula la siguiente idea, que en ese vínculo endeble e insuficiente está el sentido de la vida; en la otredad, en esa comunicación mística. Pero ese puente esta desfigurado y transfigurado, es intermitente, es incomprensible y es demasiado somero. De aquí puede partir la elaboración lógica de que el sentido de la vida es el arte, la construcción de un gran puente, magnifico y donde caben todos. 
Pero que puede ser el arte, si no un gran consuelo, un bellísimo consuelo. Cuando lo único que queremos es incluir todo el infinito en nuestra pequeña cápsula.