El sistema de gobierno en México
es tan difícil e inaccesible, que solo con mucha imaginación se le puede
definir bajo términos como “política” o “democracia”. México es dirigido por una oligarquía de
partidos convenenciera, sirviendo su propio interés, y que se esparce metastática,
enfermando a todos los sectores de la sociedad.
Esta oligarquía solo obedece
a un amo, a una hidra de mil cabezas, mutante y que nadie entiende. Tal vez le
quieras llamar: “corporaciones sin escrúpulos”, “sistema global financiero”, “máquina
de guerra norteamericana”, “jefes del narcotráfico”, “el chupacabras”, “los
masones”, “lords del petróleo”, o “los menonitas”.
Yo le llamo el dios dinero, por decir algo.
Bueno, este movimiento de protesta se antojaba muy
diferente, un movimiento con credibilidad. Es decir, es fácil constatar que
surgió por volición propia de la sociedad civil; un grupo de estudiantes encendió
el movimiento obedeciendo impulsos propios. Claro, estos impulsos propios no
son libres de crítica, yo les dedicaría el siguiente cartel:
Más allá de la burla, estos
impulsos no dejan de ser legítimos y genuinos.
Otro aspecto que hace
especial este movimiento, y que he evitado mencionar hasta ahora es el “¿Qué?”.
Un movimiento que se manifiesta en contra de
los medios de información.
¡Bravo!
Denuncia la descarada
manipulación de la información, los contenidos de bajísima calidad y el
comercio de su tendencia. Sobre todo de la televisora nacional, seguida con
fervor religioso por la basta mayoría de la población, adoctrinándose en sus
preceptos de consumo, banalismo e intolerancia.
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