jueves, 21 de octubre de 2010

Diatriba contra el Nuevo Misticismo

(a Benoit Mandelbrot)


Me encanta cuando me llaman una persona cuadrada cuando rechazo incondicionalmente los preceptos de la dianética; o que tengo cerrada la mente porque no acepto los testimonios individuales sobre astrología, divinación y nigromancia


Tiene que hacer su aparición la falacia más vieja del libro, argumentum ad hominem, cuando se pone fláccida la erección esotérica frente a los argumentos de la razón. Entonces sí, mi cualidad cognitiva es una basura y estoy psicológicamente inadaptado para aceptar ideas frescas.

¿Qué si todo es energía? Claro, Einstein eso nos lo dijo hace como cien años. Y eso no es nada, si lo qué buscas es magia, harías bien en leer las ideas de Alan Turing o de Kurt Gödel. Algo de magia real. ¿Pero para qué? Si existe la magia perezosa mercachifle, que a un precio módico te da el panorama de tu fortuna en los negocios y en el amor.


Tampoco se trata de creer que la razón y la ciencia tienen todos los ases. Hay tanto conocimiento aguardando paciente en el delirio, en la demencia, saltando campante sobre los límites de la razón. Solo deja que Rothko te explique la existencia con una mancha anaranjada en un lienzo, o que Sebastian Bach desentrame el universo en una fuga. Deja que el poder del arte exhiba a esos mercaderes impostores.


Igualmente, no es mi intención descalificar al ocultismo. No hay como leer unos relatos de Lovecraft durante una noche de soledad y dormir intranquilo figurando monstruos en cada sombra y al fondo de la penumbra. Qué bueno que sirva para alimentar al misterio o a la paranoia de la vida, sin embargo, definitivamente no es posible tomarlos como algo fáctico. Menos como un argumento serio sobre metafísica o epistemología.


Parece que a cualquiera le viene fácil confundir la integridad intelectual con necedad.

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