martes, 4 de mayo de 2010

Sobre las Fiestas

Las reuniones sociales ahora se reducen a fumar cigarrillos, uno y otro, otro más. Lo mejor es si se pierde el encendedor, se moja el cigarrillo o se acaban la cajetilla… desencadena un terrible propósito y fuentes de conversación.

Se pasa uno el tiempo criticando individuos con actitudes contrarias a los ideales siemprecambiantes, con ironías punzantes si somos capaces. Se intercambian todas las noticias posibles, estas se guardan cuidadosamente y se compite por la mejor; en el mejor de los casos se discute una lectura o incluso se introduce alguna idea. Se vuelve sobre los chistes recurrentes hasta la ignominia. Cuando todo sale bien, se discutirán planes imposibles para el futuro.

Casi nunca va uno a bailar, ni a escuchar música, jugar boliche o nintendo. Se reemplazan los objetivos del rito con los de vaciar unas botellas del elixir alcohólico; a ver si existe alguna suerte de espontaneidad inducida por desinhibiciones que resulten interesantes.

Los bufones, prostitutas de la atención, entretienen esporádicamente o intensamente al colectivo, dependiendo de los límites que estén dispuestos a romper en busca de los favores del sexo opuesto (o preferente). Otros más afortunados utilizan su buena apariencia para simplificar el ritual del apareamiento disfrazando historias de éxito personal, de comentarios juiciosos o humorosos. Algunos más pelearan con su pareja por no saber con quién estar enojado.

Recuerdo cuando todo era nuevo, y me rehúso a pensar que tenemos que ser tan aburridos. Nunca olvidaré al club de la serpiente del París de Rayuela. La hermosa autodestrucción con vino sabor a ácido de batería, escuchando ese blues muy muy viejo, repitiendo absurdos sistemáticamente, comentando arte oscuro y torturas chinas.

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