martes, 13 de mayo de 2008

De trozos de tela amarrados al cuello.

So o.k. Mañana estoy obligado a ponerme un traje, no de superman ni de baño, un traje genérico de esos sordos que te hacen ver como el engrane de una fábrica.

Debo asistir “formal” a una (estúpida) presentación escolar. Para estas eventualidades me sirvo de una corbata preanudada que siempre tengo preparada en algún lugar. Esta vez, ese lugar es desconocido, se ha perdido. Tendré que usar alguna de las otras corbatas.

Desde luego nunca he sabido como anudar una corbata, podría pedirle mañana ese favor a algún compañero, pero ahora siento algo de pudor por ello. No se porque.

Ahora estoy con mi computadora frente a un espejo, viendo un instructional video en youtube y tratando de trabajar esos amarres alrededor de mi cuello con un aire de concentración en el rostro. Ese triángulo perfecto parece imposible de alcanzar.

Me da mucha risa pensar en lo absurdo de esto, no puedo imaginar nada más arbitrario que amarrar un trozo de tela a tu cuello y obligar a las personas a usarlo para ir a trabajar. Porqué no nos ponemos unas colas de tigre en los pezones, unos listones colgados de las orejas or some other random shit?

A la vez refunfuño, ya me sale el doble Windsor y es otra de esas pequeñas muertes de mi peter pan interior. Tal vez la que siga sea conducir uno de esos bólidos metálicos que tanto ruido hacen recorriendo nuestras calles.

2 comentarios:

Poncho dijo...

Cuando los botones de las camisas eran burdos y cerraban mal, a alguien se le ocurrio colocarse un trapo encima de los botones y evitar que se asomaran las horrendas panzas de nuestros antepasados.. ERGO, LA CORBATA

Pape dijo...

Esta buena esa mitología de la corbata, pero creo que el asunto es más arbitrario.

O sea pura moda, la corbata y los moños de cuello han evolucionado de los pañuelos churriguerescos que gustaban de usar al cuello los europeos del siglo xvi. No es nada funcional.