miércoles, 8 de agosto de 2007

Tractat del Hoyo Negro


Sin la capacidad de mirar al centro de si mismos, bajo la amenaza constante de auto-devorarse, los hoyos negros navegan el vacío del solitario.

Ya no por alimentarse sino por tomar su lugar, aceptan su incapacidad de brindarse y fatigosamente toman todo lo que cae en sus abismales fauces.

Habitualmente son pedazos de roca o polvo estelar, materia inerte, lo que constituye su camino por grandes periodos de tiempo. Son periodos de paciencia.

Esperan un rayo de luz. Una estrella, una galaxia entera, calor iluminante. Una línea de fotones que por fracciones de segundo les deje atisbar el interior, la verdad.

Así con su inescrutable cuerpo destruyen mundos, sistemas y galaxias a su paso.

¿Cuál es la justificación interestelar para conocernos a nosotros mismos, si en cada paso que damos devoramos insaciable y estúpidamente la luz emanada por los demás?

¿Quién puede detener tan frívola destrucción?

Nadie.

Existe, sin embargo, una batalla cósmica cuando en su desgracia un hoyo negro se topa con otro.

Crearán una danza mundana en la que se oculta la complejidad del hambre de luz.

Al término de esta ninguno deja de existir pero uno de ellos olvida la naturaleza de su camino.

Ya no busca la luz, simplemente la engulle.

Horrible destino.

Mi periodo de espera parece estar llegando a su fin.

1 comentario:

Pape dijo...

...nos ponemos más serios.