viernes, 28 de septiembre de 2007

Ticket

Cada vez que orillados por una variedad inmensa de razones (trabajo, hambre, sed, dinero, sustancias, mujeres, diversión, etc.) tomamos las llaves de nuestro vehículo automotor nos convertimos en criaturas distintas, en animales abyectos y primitivos.

-Yo no. Yo soy bien decente.

No te engañes. Todos, bueno en nuestra mayoría la cual excluye a los trabajadores del volante, tenemos esos accesos donde nuestra humanidad entiende que está perdiendo terreno en nuestra identidad y entonces lucha. Lucha por salir y generalmente lo podemos notar cuando damos, a pesar del coraje y la frustración que nos hace sentir, el paso a un peatón en una calle chica o cuando en el peor de los embotellamientos o enlatados estiramos la mano hacia el frente con la palma hacia arriba, símbolo mexicano para ceder. Son pataditas de ahogado.

Parecido a una campana de Gauss donde la variable es "Probabilidad de Encabronarse al volante dependiendo de la Edad".


La media se localiza en los 30 años y tiene una desviación de 10 años. Así, como se muestra en la gráfica, desde que cumplimos los 16 años y legalmente podemos comenzar a manejar, tenemos una probabilidad mas bien chica de enojarnos. Lo sabemos ¿no? Cuando empezamos a tomar el volante es por voluntad propia, para hacerle encargos a los demás. ¿Qué tanto te puedes enojar si vas por gusto?

Conforme la edad va avanzando así también lo hacen nuestras responsabilidades y la necesidad imperiosa de movernos por nuestra ciudad o el país. Usamos el coche porque lo tenemos que usar. ¿Probabilidad de enojo? Pues mientras nos acercamos a los 30 años de edad podemos estar seguros de que la bilis se generará. Mientras nos alejamos de esa edad también lo hacemos de la probabilidad de desesperación.

Volvamos a la transformación. Yo, por lo menos, se que no me comporto así en ninguna de mis facetas de vida. Jugando Grand Theft Auto soy una mejor persona que cuando manejo. Es como regresar a una etapa de nuestro instinto parecida a la que se vivía en los inicios de nuestra especie. Gracias a Ford (Huxley), este cambio es parecido a una borrachera, te subes y se te sube pero al abandonarlo, poco a poco podemos recobrar la normalidad.


Combinemos la información de este último párrafo y adentrémonos más en la metáfora.
Si manejar provoca ese estado mental primitivo, agresivo y falto de raciocinio de la misma manera que el alcohol induce comportamientos de borracho temporales, en una dosis crónica de manejo podemos llegar a un punto en el que ese comportamiento se vuelva la directriz, igual que con los teporochos. ¿Regresar de ese estado? Increíble fuerza de voluntad y no decir "soy un chingón".

Moraleja:

Antes de pelearte con un taxista o con un microbusero, trata de calcularle la edad.
Así podrás saber quien está mas emputado y contabilizar tus probabilidades de éxito.
Pero aguas.
Estos cabrones generalmente (dependiendo de sus años de experiencia) parecen tener un estado mental primitivo, agresivo y falto de raciocinio

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