viernes, 26 de octubre de 2007

El Tambor de Hojalata

Preludio

Una vez más hablando y tratando de compartir algo de los libros que voy leyendo. Se los presento como a alguien que merece el mote de amigo, sin pena ni orgullo, solo un universo y una historia.
Antes de leer cualquier libro, busco alguna información básica sobre el autor y sobre todo su foto. Me gusta imaginármelo(a) mientras escribía las palabras que son llamadas a mi mente, y en el proceso, se concatena el momento sublime y mágico que existe entre dos personas que se comunican afuera del espacio tiempo. Después del shock, puedes empezar a ver a través de su hipocresía, sus rencores, todo y cuando tú le hablas solo se queda en ti un vago sentimiento de lo maravilloso.
Muchos integrantes de esta bizarra compañía se han convertido en entrañables amigos, otros se pierden en la intrascendencia y en indefinida remembranza, tanto he olvidado, millones de palabras dichas… no las desdeño, me han formado cada una a su proporción
subconsciente.
Aún entre estos mis amigos y viejos conocidos, hay algunos a los que me he inclinado con profunda reverencia ante su descomunal amor y belleza. Estos son mis maestros. Uno de ellos es Günter Grass.

Ludio

He tardado mucho en acabar esta lectura, es toda una aventura para la que tienes que llevar provisiones. De inmediato y por un rato se reta al lector con difíciles pasajes que no son más que un bagaje, una nube que se transforma en el inconciente de una persona. Personalmente no creo que retar así, sea una decisión del autor, si no, una necesidad.
Una para crear el universo del tambor de hojalata, en el que puedes caminar y desambiguar lo que de otro modo solo sería un maravilloso sinsentido.

(Me recuerda esa discusión sobre Borges y Cortazar, que si uno crea la realidad y el otro crea sobre la realidad, bueno he aquí otro que nos deja desorientados con este amasijo de la realidad y nos deja preguntando si esta noción existe)

Sin darte cuenta el relato comienza a arrastrarte con su propia inercia hasta convertirse en vertiginoso, un frenesí de símbolos poderosísimos que estarán conmigo siempre. Oskarito, una obsesión a los detalles, caprichoso, una maraña de hilos fuertemente anudados, que comienza a desentramarse y cada uno de los hilos es una exploración del homúnculo. Y estos mismos hilos comienzan a hacer música, si los dejas, un flautista de hamelín que te conducirá a expiar tus emociones. Oskarito es un monstruo, que revela ser un espejo.

Digno de mención, el humor especialmente negro, siempre manejado prodigiosamente, no cambia el mood de la narración, evita ese relief y se aprecia.

También lo es, todo lo que da para pensar acerca del nacional socialismo, porque a pesar de estar ubicado en la alemania de ese periodo, se menciona apenas y como un fondo lejano, tal vez este libro tendría otra dimensión para mí, de ser germano y tal vez tambiénquerría "ahogarme con el símbolo del partido".

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